
"Protege tu vulnerabilidad suprimiendo cualquier emoción,
si no sientes nada, nadie te hará daño..."
si no sientes nada, nadie te hará daño..."
Y en esta triste situación, las partes de un mismo hacen su aparición...
Una reclama como suya, la idea de las emociones como enlace con el mundo, como vía segura y directa a las relaciones con uno mismo y con los demás. Las emociones, forman parte de la naturaleza del ser humano, ya sean buenas o malas, aunque siempre reconstructivas y didácticas en su conclusión. Son instintivas y comprensibles, pero a la vez volatiles y destructibles...
La otra, ante tal idea, debate y afirma que una coraza libre de emociones nos ha de proteger contra el mundo, sus peligros y sus emociones. Nos ha de aislar y convertirnos en naufragos en un mar de vació, pues mas allá no hay nada. Convirtiéndonos en seres insensibles...
El dilema se plantea...¿y quien tiene razón?
Esta vez, y por propia conclusión seré sincera y daré un opinión...
Ambas tiene su razón. Es cierto, que una coraza nos protege de todo, pero también nos aisla, nos vuelve insensible, seres carentes de emociones, incapaces de relacionarse. Las cosas externas dañan, lo hacen, pero no todas. Siempre se ha de dejar una rendija en nuestra coraza, para que aquellas cosas que de verdad se acercan a nosotros para enriquecernos, puedan demostrarnos que no todo en la vida, es odiar, sufrir o sentir una infinita sensación de soledad y ahogo.
Todas las emociones se merecen una oportunidad, pues buenas o malas, siempre aprenderemos algo de ellas...
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